jueves, 15 de mayo de 2008

Los pasos del agua

Hace mucho tiempo, mi madre me mandó este poema. Se me hace muy bonito, y me inspira a querer escribir así! Se los comparto.

* * *

Los pasos del agua (primera parte)
Sohrab Sepehrí (1928-1980)


Soy de Kashán.
No me va mal del todo.

Tengo un poco de pan, algo de inteligencia, un alfiler de gusto.
Tengo una madre mejor que una hoja de árbol.
Unos amigos mejores que el agua corriente,

Y un dios que está cerca de aquí:
entre los alhelíes, al pie de aquel pino alto,
sobre la conciencia del agua, sobre la ley vegetal.

Soy musulmán.
Mi mihrab es una rosa roja.
Mi paño de oración, una fuente, mi piedra de oración, la luz.
La llanura, mi alfombra de oración.
Hago mis abluciones con el latir de las ventanas.
En mi oración fluye la luna, fluye el espectro de la luz.
Mi oración transparenta una piedra.
Cada partícula de mi oración cristaliza.
Rezo cuando el viento
llama a los fieles desde el alminar del ciprés.
Rezo cuando oigo la hierba invocar a Alá el altísimo
cuando la ola se levanta e inicia la plegaria.
Mi Caaba está en la orilla del agua.
Mi Caaba está bajo las acacias.
Mi Caaba es como el viento, sopla de un jardín a otro,
sopla de una ciudad a otra.
La Piedra Negra de mi Caaba es la claridad de los parterres.

Soy de Kashán
Mi oficio es pintor.
A veces con los colores creo una jaula y os la vendo
para que el canto de la amapola, allí cautiva,
dé frescura al corazón de vuestra soledad.
¡Qué fantasía, qué fantasía...! Sé
que mi lienzo no tiene vida.
Sé bien que en el estanque de mi pintura no hay peces.

Soy de Kashán
Mis ancestros se remontan acaso
a una planta de la India, a un cacharro de arcilla de Teppe Sialk.
Mis ancestros se remontan acaso a una prostituta de Bokhara.
Mi padre murió tras haber pasado dos veces las golondrinas,
tras dos nevadas,
tras dormir dos veces en el balcón,
tras el sucederse de los tiempos.
El cielo era azul cuando murió mi padre.
Sin saber por qué, mi madre se despertó, mi hermana
se hizo más hermosa.
Cuando murió mi padre todos los policías eran poetas.
El frutero me preguntó: ¿cuántos melones quieres?
Yo le pregunté: ¿cuánto vale una onza de sosiego?

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